Santiago de Compostela
Madre de la divina gracia, causa de nuestra alegría y reina de todos los Santos, a ti no puedo más que clamarte: GRACIAS. Un agradecimiento que surge de lo profundo de mi alma aspirando a llegar al mismísimo Padre, si no por mi por medio de tu bendita intercesión.
Tú que llevas meses cobijándome bajo tu manto protector… tú, sin duda, has contribuido a poner en orden mi vida al abogar por mi, pecadora, ante nuestro Señor de infinito amor.
Sin vosotros en mi vida, nada de esto habría sido posible. Dios me ha colmado de bendiciones y ha condecido paz a mi alma, siempre sosteniendo mi mano. Estoy segura de que tú, Madre del Salvador y de los creyentes, también lo has hecho.
Te ruego que nunca dejes de apoyarme y guiarme por el sendero que nos enseñó tu Altísimo hijo Jesucristo. Sigue velando por mi, Virgen de Vírgenes, porque sin el auxilio del Padre me ahogaría. Que nunca falte el bienestar: a mis seres queridos, a mi y a todos aquellos a los que todavía no conozco.
Eternamente venerada seas.
Gloria al Señor.
Amén.