Santiago de Compostela
Gloria a ti, Santísima Madre de Dios, por tantas bendiciones como he hallado en tu gracia y en la del Señor. En estos tiempos egoístas en que parece que solo acudimos a ti para pedir, espero que esta vela sea muestra de todo el agradecimiento que guarda mi corazón por vuestro constante cuidado y guía, así como grata a los ojos del Padre.
Tú, Virgen Misericordiosa, eres inspiración y consuelo de esta pecadora que, con vuestra ayuda, está cada día un paso más cerca de convertirse en digna cristiana.
Intercede, te ruego, también por todos los sacerdotes que en modo alguno han participado de tus fiestas y trabajan arduo a diario por la Fe. En especial a mi confesor, quién fue capaz de traspasar la calidez del perdón divino a mi alma.
Siempre es un placer reencontrarme en el amor del Salvador, aquel a quién creo firmemente que como madre amantísima de los creyentes me has conducido.
Amen.